Olanchito, bautizada con orgullo como la Ciudad Cívica, la Ciudad de Poetas y Escritores, no se ganó esos apodos por accidente. Décadas de maestros, intelectuales y soñadores sembraron las semillas de una identidad que hoy nos distingue en el país.

La Semana Cívica no es solo desfiles ni actos protocolarios; es un recordatorio vivo de que aquí, en este rincón del Valle del Aguán, la palabra y la memoria tienen peso, historia y futuro.
Sin embargo, en los últimos años han aparecido voces que, desde la comodidad de su caja registradora, murmuran con desprecio: “Ah, esos escritores y poetas soñadores, de eso no vamos a vivir, lo que necesitamos son inversiones”. Como si abrir un mall de cuarta categoría, con luces importadas y un food court mal montado, fuera a competir con la Torre Eiffel o Disney World. ¡Vaya insulto a la inteligencia colectiva! Esas frases, repetidas como letanías, suenan más a falta de visión que a propuesta seria.
Claro que Olanchito necesita inversión, emprendimiento y modernidad. Pero pretender que el progreso es incompatible con la cultura es un error de manual.
Las grandes ciudades del mundo han demostrado justo lo contrario: París vive tanto de sus museos y sus cafés literarios como de su economía; Florencia y Roma respiran arte en cada esquina y su historia mueve millones de turistas; Buenos Aires se proclama “Capital Mundial del Libro” y ha hecho del tango y la literatura un sello turístico; Dublín es “Ciudad de la Literatura UNESCO” y llena hoteles con visitantes que vienen a caminar por las calles de Joyce y Beckett; Lisboa convierte en negocio los tranvías amarillos, los fados y la nostalgia de Pessoa.

Ninguna de ellas ha tenido que renunciar a la inversión para defender su cultura; al contrario, la cultura se ha convertido en la plataforma que sostiene la inversión.
Olanchito, en su escala, no es diferente. Tenemos en nuestras manos una marca construida con décadas de esfuerzo: la Ciudad Cívica, la Ciudad de Poetas y Escritores.
Ese título no es una carga, es un activo. Pero, para algunos, es más fácil burlarse de un poeta que pensar en cómo convertir esa riqueza simbólica en desarrollo. Quizá porque reconocer el valor de la cultura exige visión a largo plazo y no solo ganancias rápidas.
Los detractores confunden “honrar” con “sepultar”. Honrar a los escritores no es enterrar otras áreas de la vida; es abrirlas. La cultura crea marca de ciudad, construye prestigio, y ese prestigio atrae inversión, turismo y nuevas oportunidades.
Sin identidad no hay ciudad, hay solo calles y edificios sin alma. Es la narrativa la que convierte un simple parque en un destino, un desfile escolar en una tradición centenaria, un escritor en un embajador sin pasaporte.
Es hora de decirlo claro: sin poetas y escritores no hay Olanchito cívica, ni ciudad de sueños, ni Semana Cívica. Lo que habrá será un centro comercial más en un mapa sin historia. Por eso, en vez de burlarnos de nuestros propios símbolos, deberíamos celebrarlos y potenciarlos, porque allí está la verdadera llave para abrir las puertas del futuro.
Los turistas que llenan hoteles en Lisboa o cafés en París no van en busca de parques temáticos importados; van porque quieren vivir, aunque sea por unas horas, la autenticidad de una historia y de una cultura.
Olanchito tiene esa autenticidad: una Semana Cívica única, una lista de escritores y poetas reconocidos, un patrimonio vivo. Si aprendemos a valorarlo y a contarlo, podremos lograr que la cultura no sea solo orgullo, sino también motor de desarrollo.
La cultura no es un lujo; es una inversión inteligente. En vez de “soñar menos” para parecer “prácticos”, deberíamos soñar mejor, con estrategia, con proyectos que unan la identidad con el progreso. Y entonces, quizá, esos mismos comerciantes que hoy desprecian a los poetas estarían vendiendo más porque tendríamos visitantes que llegan atraídos por algo que solo nosotros podemos ofrecer: Olanchito, Ciudad Cívica, Ciudad de Poetas y Escritores.
Y termino diciendo que no hay un negocio en Olanchito que tenga una colección completa a la venta de Ramón Amaya Amador. Mario Berrios o Juan Ramón Martínez, no existe un negocio y lo expreso porque he querido regalar a personas que vienen de visita y lo siento no hemos encontrado…