Olanchito, Yoro — En una esquina del recuerdo y en el corazón de todo buen catracho que se respeta, sigue friéndose el legado de Basilio “Don Chilo” Miranda, aquel maestro del sartén que con apenas unos bloques, leña seca y su inseparable sartén, cocinaba más que carne: cocinaba identidad.

Sí, papá, ese mismo Don Chilo, el que soltaba aroma de chuleta con ajo y cebolla desde que arrancaba el sol. El que decía “pase adelante, si no hay se hace”, mientras con una mano meneaba las tajadas y con la otra espantaba el humo. El que convirtió su improvisado fogón en el templo popular del sabor en Olanchito.
La cosa no era cuento: sus chuletas de cerdo hacían suspirar hasta al más fit del barrio. Su receta, combinada con esas tajadas de plátano bien doraditas, la ensalada con su buen encurtido, y aquella salsita misteriosa que tenía el poder de callar políticos y levantar muertos, es recordada como una experiencia religiosa. Y es que, ¿quién no hizo fila para comprarle aunque sea una media orden?
Hoy, en nuestra sección de caricatura, lo inmortalizamos como se merece: en su trono de bloques y leña seca, sartén en alto y aroma a historia. Porque Olanchito no olvida, y menos si huele a chuleta frita, cebolla y tajada calientita.
Sus hijas, dignas herederas del secreto, siguen manteniendo viva esa tradición con el mismo amor y sazón. Dicen por ahí que el sabor no es el mismo sin la bendición del viejo, pero quien prueba ese “chilazo” sabe que el espíritu de Don Chilo sigue allí, entre cada burbuja de aceite y cada mordida con tortilla caliente.
8Si vos fuiste uno de los suertudos que le compró a Don Chilo, si te echaste ese Chilazo con tajadas alguna vez después de salir de la disco o de un velorio, compartí esta nota y decí con orgullo: ¡Yo probé las chuletas de Don Chilo!
Que descanse en paz este maestro de la cocina, pero que su sabor, ese sí que no descanse nunca.