A doce días de las elecciones generales, la cancelación de la visita de Rixi Moncada a Olanchito no es un simple ajuste de agenda. Es una señal política —y una señal fuerte— de que el Partido Libertad y Refundación (Libre) enfrenta una realidad incómoda: el segundo municipio más grande del departamento de Yoro, históricamente decisivo, se les está alejando.

Olanchito, el número 12 en peso electoral a nivel nacional, ha sido por años un termómetro político de la región norte. Los partidos que ganan aquí suelen demostrar músculo territorial, liderazgo local y capacidad de cohesión interna. Nada de eso parece estar ocurriendo hoy dentro de Libre.
Y el movimiento de última hora de su candidata presidencial expone lo que sus círculos internos ya saben: los números no están a su favor.
Las encuestas privadas que circulan entre dirigentes de Libre confirman un deterioro constante. Según esos mismos sondeos —mencionados en voz baja, nunca públicamente—, el partido apenas estaría asegurando tres regidurías en un municipio donde hace cuatro años presumían crecimiento y ambición.
El desgaste es autoinfligido.
Libre apostó por desplazar liderazgos locales con arraigo, restarles espacio a figuras que movilizan bases reales, y reemplazar esa estructura con activistas desconocidos o distantes de la población. La factura ha llegado, y llega completa.
La decisión de Moncada de no presentarse en Olanchito, lejos de interpretarse como estrategia, es más bien un reconocimiento de que no existe un escenario de victoria para ella en esta ciudad.
La ausencia dice más que cualquier discurso de campaña: Libre no logró consolidar un bloque competitivo en el corazón político del Aguán.
El discurso confrontativo que en días recientes se ha intensificado desde sectores oficialistas contra sus competidores locales es otro indicio del nerviosismo interno.
Cuando un partido se siente seguro, construye; cuando se siente amenazado, ataca.
La ofensiva mediática contra el actual alcalde —un funcionario cuya gestión ha sido visible y que ha logrado mantener simpatía a pesar del desgaste natural del cargo— revela una estrategia desesperada: erosionar lo que no pueden superar en terreno.
Libre no enfrenta solo un candidato. Enfrenta una narrativa que se instaló con fuerza: la de un alcalde que llegó, trabajó, y construyó una identidad municipal estable. Combatir resultados con ataques rara vez produce victorias.
Mientras Libre ajusta su ruta, los demás aspirantes aprovechan la grieta:
• Salvador Nasralla llegará este viernes con una caminata por el centro de Olanchito, apostando a la visibilidad y al voto indeciso.
• Papi a la Orden cerrará este domingo con una caravana que, según organizadores, podría convertirse en uno de los actos más concurridos previo al 30 de noviembre.
Ambos entienden lo que Moncada prefirió evitar: Olanchito importa.
Sin presencia territorial no hay votos, sin votos no hay victoria.
La política no perdona vacíos.
Al cancelar su visita, Rixi Moncada no solo renuncia a un espacio simbólico; cede el terreno a sus competidores en uno de los municipios que mayormente inciden en el resultado departamental.
Lo que queda ahora son dos semanas de definiciones. Y la lectura desde Olanchito es clara: Libre llega debilitado, dividido y sin narrativa convincente, mientras sus adversarios avanzan sin temor hacia el cierre de campaña.

