Este domingo 18 de mayo, la noble y heroica ciudad de Trujillo cumple nada más y nada menos que 500 años de fundada. Medio milenio. Cinco siglos.

¡La primera ciudad del continente americano en alcanzar tan venerable edad! Pero al parecer, para el Gobierno Central, Trujillo fue fundada… y olvidada.
Celebrar los 500 años de una ciudad histórica como Trujillo debería ser motivo de fiesta nacional, desfile patrio, documentales, y hasta feriado con doble paga. Pero no, la celebración llegó sin bombo, sin platillo y, por supuesto, sin pavimento.
Porque sí, la joya turística del Atlántico, la ex capital de Honduras, la cuna de historia garífuna y española, recibe su cumpleaños número 500 con una pista de aterrizaje que parece campo de guerra, una red vial que da clases de cómo no llegar a ningún lado, y un sistema energético que convierte los apagones en parte de la identidad local. Felicidades, Trujillo, por haber inventado el turismo de aventura… en sus propias calles.
Ni hablar del sistema sanitario, que ya no colapsó, sino que renunció por abandono. Las aguas pluviales circulan libremente, como si celebraran también sus 500 años de desorden urbano. Y los caminos hacia las comunidades garífunas —esas que tanto decoran las postales del país— solo son accesibles con lancha, helicóptero… o milagro.
Pero no se preocupen, el Gobierno sí mandó algo: una felicitación genérica y un par de delegados que no sabían si estaban en Trujillo, Tela o en una gira de campaña. Porque, seamos honestos, la historia aquí no se honra con discursos, sino con obras. Y esas no llegaron. Ni por tierra, ni por aire.
Aun así, Trujillo brilla con luz propia, no gracias a la ENEE, por supuesto. Su gente, su cultura, su resiliencia y su mar azul siguen firmes, pese a la negligencia. Si ha sobrevivido cinco siglos de piratas, abandono, saqueos y gobiernos, podrá aguantar uno más… con humor y con orgullo.
Así que, felicidades pueblo trujillano. Celebren sus 500 años como mejor saben: con tambor, con resistencia, y con la frente en alto, mientras esperan —con paciencia colonial— que algún día el Estado recuerde que la historia de Honduras comenzó allí… y merece volver a caminar con dignidad.