Hondureño lleva 30 años haciendo baleadas y sus clientes aclaman sus manos

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La Ceiba. En un puesto informal en la calle 7 del barrio Potreritos, Marco Antonio Rosales, deleita a todas horas del día a los vecinos de este reparto de La Ceiba, con sus baleadas.

Este hombre desde hace 30 años se gana la vida ofreciendo este bocadillo popular en la Novia de Honduras. Su trabajo llama la atención, porque él las prepara y las cocina, algo que ha sido considerado solo para mujeres. 

Un pequeño trocó estacionario, de apenas 1 por 2 metros cuadrado, es la cocina de este hombre, que lo único que le hace falta a sus tortillas son las palmadas, él prefiere darles su forma redonda sobre un plato. 

En esta diminuta cocina que ocupa una parte de la séptima calle, tiene los frijoles, huevo, queso y otros ingredientes propios de la baleada.

Con 62 años de edad, don Marco Antonio, ha logrado poner ese toque masculino a las baleadas, y algunos de sus comensales lo llaman el rey de esta comida.

“Llevo 30 años ganándome la vida, ante fui pescador y cargado de barcos en Guanaja”, comenta este cocinero, nativo de Puerto Cortés.

Aunque para los extraños les resulta raro ver a un hombre haciendo baleadas, para él y sus clientes es normal.

“Cuando alguien va a los restaurantes son los hombres los que cocinas, les llaman chef, y yo hago lo mismo que ellos, solo que aquí en este pequeño negocio”,  comparó Rosales.

Desde horas tempranas prepara los alimentos para ofrecer sus suculentas baleadas a los propios y extraños.

“Me gusta lo que hago, aprendí haciendo esto viendo y preguntado también lo que no sabía”,  comenta, mientras ríe y cocina.

Además de baleadas también hace pasteles de harinas, “yo los preparo todos, aquí vienen hombres, mujeres y niños a comer, y me alegra que les guste lo que les hago”, recalcó mientras le daba vuelta a una tortilla en la estufa pequeña de su cocina rudimentaria.

“Yo vengo  aquí porque me gusta la baleada que él hace, y también porque son más baratas”, recomendó Samuel Troches, vecino de esta localidad.

Las baleadas aquí llenan “y cuestan 15 lempiras, es una delicia lo que este hombre prepara”, expresó el comensal.