Olanchito, Yoro — Ni la Iglesia de Cristo escapó de la ráfaga política. En su reciente cruzada electoral por tierras donde descansan los restos del Padre Guillermo Moore, la ministra de Defensa y aspirante presidencial Rixi Moncada ofreció un sermón político digno de púlpito… pero con tono de plaza revolucionaria.

Desde el atrio improvisado de un mitin disfrazado de conversatorio, Moncada levantó el dedo índice como si exorcizara demonios pasados y se fue con todo contra la Iglesia Católica, acusándola de haber “bendecido” el golpe de Estado de 2009.
“Jamás lo vamos a olvidar. La cúpula eclesiástica se prestó al zarpazo y no deben olvidar que nosotros tampoco olvidamos”, proclamó, con voz firme y mirada encendida, como quien lleva en el alma el fuego eterno de la refundación y en la mano el libreto completo de Prisión Verde.
Los fieles católicos —muchos con rosarios en el bolsillo y un par de estampitas de San Judas en la billetera— se miraban entre sí como preguntándose si la prédica de aquella tarde era parte de la liturgia o del libreto electoral.

Lo más surrealista no fue el mensaje, sino la ovación. Varios evangélicos y hasta católicos aplaudieron con fervor cada palabra, como si el mitin fuera una vigilia política con promesas celestiales… pero sin confesionario.
Entre bancas plegables, pancartas de campaña y una bocina que crujía al compás del verbo refundacional, la escena parecía más una Misa de Liberación Popular que un acto proselitista.
“Esta homilía se fue al monte”, murmuró un señor, mientras recordaba que la última vez que escuchó algo parecido fue en una asamblea estudiantil de 1987.

Moncada, que ya dejó claro que en su gobierno se leerá el libro del Golpe como si fuera evangelio obligatorio, también dejó entrever que no habrá perdón para quienes —según su visión— se pusieron del lado equivocado de la historia. Ni siquiera si usan sotana.
Con esta nueva homilía de barricada, la candidata de Libre confirma que su campaña no es solo contra “la oligarquía rastrera”, sino también contra los silencios incómodos del clero en tiempos de crisis.