Sulaco, Yoro – En medio de las empinadas lomas de Sulaco, un grupo de agricultores trabaja incansablemente bajo el sol, acompañados por un líder espiritual poco común.
El Padre Marcio Mejía, originario de la aldea de Teguajal en Arenal, no solo guía a sus feligreses en la fe, sino que también se une a ellos en las labores del campo, sembrando frijoles y compartiendo historias de su infancia campesina.
Con su sombrero para protegerse del inclemente sol y su vara para abrir agujeros donde depositar las semillas, el Padre Marcio recorre los terrenos empinados junto a unos cinco agricultores.
Entre bromas y charlas amenas, él recuerda: “Mi papá era campesino y trabajábamos con el machete en mano”. Estas palabras resuenan con un profundo sentido de nostalgia y conexión con la tierra.
Cada lunes, después de un domingo lleno de misas y actividades religiosas, el Padre Marcio se dedica a la siembra, un proyecto promovido por la iglesia que lidera en Sulaco. En tierras prestadas por feligreses, siembra frijoles, demostrando que su compromiso con la comunidad va más allá de los muros de la iglesia.
El amor del Padre Marcio por el medio ambiente es evidente. Junto a los campesinos de varias comunidades, recorre los campos cantando y agradeciendo a Dios por la lluvia y las cosechas. Este gesto, tan único en el país, muestra la dedicación y el espíritu de un hombre que ha hecho de su vocación una verdadera misión de vida.
La figura del Padre Marcio Mejía no solo inspira a sus feligreses a través de la fe, sino también a través del ejemplo, demostrando que la labor espiritual puede ir de la mano con el trabajo duro del campo.
En Sulaco, Yoro, su nombre es sinónimo de esperanza, trabajo y gratitud, un verdadero reflejo de la unión entre la espiritualidad y la vida cotidiana.