En la majestuosa Cordillera de Nombre de Dios, que se extiende a través de los departamentos de Yoro y Atlántida, la naturaleza alguna vez próspera está siendo devastada por la creciente presencia de plantaciones de hoja de coca y marihuana.
Esta región, conocida por su exuberante biodiversidad y paisajes impresionantes, enfrenta una amenaza que va más allá de la tradicional ganadería y agricultura extensiva: el narcotráfico.
Durante décadas, la ganadería y la agricultura intensiva han sido los principales depredadores de los bosques hondureños. Sin embargo, en los últimos años, la situación ha cambiado drásticamente. Ahora, la siembra de hoja de coca y la construcción de narcolaboratorios se han convertido en la principal causa de deforestación y degradación ambiental en este corredor montañoso, que conecta el Litoral Atlántico con el Valle del Aguán.
Municipios como Olanchito en Yoro, La Masica y La Ceiba en Atlantida son los más afectados por esta problemática. En estas áreas, la expansión de las plantaciones ilícitas ha alcanzado niveles alarmantes, arrasando con vastas extensiones de bosques y poniendo en peligro la rica biodiversidad que albergan.
Los conservacionistas están profundamente preocupados por el impacto devastador en la fauna y flora locales. La región, que incluye varias zonas declaradas reservas de agua, está viendo cómo especies animales y vegetales únicas están siendo desplazadas y, en algunos casos, llevadas al borde de la extinción.
Los ecosistemas, que tardaron siglos en desarrollarse, están siendo destruidos en cuestión de meses por quienes han encontrado en estos lugares inhóspitos un negocio rentable.
La situación en la Cordillera de Nombre de Dios no solo afecta al medio ambiente, sino que también tiene repercusiones sociales y económicas. Las comunidades locales, que dependen de los recursos naturales para su subsistencia, están viendo cómo su modo de vida se ve amenazado por la invasión de actividades ilícitas.
La pérdida de bosques no solo significa la desaparición de la biodiversidad, sino también la degradación del suelo, la disminución de fuentes de agua y el aumento de la vulnerabilidad ante desastres naturales.