Olanchito, Yoro – El sol ardiente del mediodía en el Valle del Aguán cae sobre el Río Mame, cuya cuenca, una vez caudalosa, ahora reposa casi seca. La vista del río, serpenteando perezosamente hacia su desembocadura en el Aguán o Romano, es una imagen de la lucha constante entre la naturaleza y las necesidades humanas.
El río Mame, conocido por su riqueza natural, se ha convertido en una fuente vital de sustento para muchos pobladores de la zona. Con la cuenca azolvada y el caudal reducido, los Comejamos han encontrado en la venta de su arena una forma de ganarse la vida. Las montañas de arena que se acumulan a lo largo de sus orillas son testigos del arduo trabajo de los que de su venta viven, quienes con enormes maquinas o a base de palas extraen este recurso, vendiéndolo a constructores y comerciantes de la zona.
“Esta arena es nuestra minita de oro”, comenta don Felipe, un hombre de manos callosas por el duro trabajo y los años. “Sin esto, no sé cómo haríamos para llevar los frijolitos. El río puede estar seco, pero nos sigue dando vida”.
Los niños, con sus risas y juegos, juegan alrededor de los montones de arena, ajenos a la lucha que se libra a su alrededor. Las mujeres, mientras tanto, lavan ropa en las pocas pozas que quedan, compartiendo historias. El Río Mame, en su estado actual, sigue siendo el corazón palpitante de los pobladores de las aldeas cercanas.
Las corrientes del río, aunque menguadas, aún tienen un carácter tenebroso. “Mirá cómo reniega el agua, como si no quisiera llegar a su destino”, dice don Felipe, señalando el cauce serpenteante que parece desafiar su curso hacia el Aguán o Romano.
El azolvamiento del río trae ciertas dudas y preocupaciones sobre el futuro de este recurso. “Si el río se sigue secando, se va a acabar la arena también. ¿Qué vamos a hacer entonces?”, se pregunta.
“Antes, este río era un monstruo de agua, ahora es apenas una corrientia”, comenta don Felipe, quien ha vivido a orillas del Mame toda su vida. “Pero seguiremos aquí, como siempre, luchando y sobreviviendo”.