Valle del Aguan – En un rincón olvidado del Valle del Aguán, donde las promesas del Gobierno Central parecen haberse desvanecido con el viento, un hombre de la tercera edad se ha convertido en un “servidor publico”.
Con su piel curtida por el sol, dos baldes y una pala, este humilde hondureño se levanta cada mañana con una misión clara: tapar los baches que amenazan a los conductores en la carretera entre Saba y Tocoa.
Las manos de este hombre, endurecidas por años de trabajo bajo el implacable sol, llenan uno a uno los cráteres que se abren en el asfalto. Es un trabajo arduo y sin descanso, pero su recompensa no viene de un sueldo fijo ni de promesas vacías.
En su lugar, recibe el agradecimiento silencioso de los transportistas que cruzan por esta vía, quienes a menudo le dejan un par de lempiras, sabiendo que su esfuerzo ha evitado que sus vehículos caigan en esos peligrosos agujeros.
“Gracias, hermano”, le dicen algunos al pasar, mientras él, con un gesto de gratitud, continúa su labor. No espera grandes recompensas, solo la certeza de que con su esfuerzo diario puede llevar algo de sustento a su hogar.
Es irónico, quizás, que la falta de acción del Gobierno Central haya creado una oportunidad para él y muchos otros en la región, quienes han convertido el abandono en una forma de ganarse la vida.
Hace casi un mes, el ministro de infraestructura anunció con bombos y platillos el inicio del bacheo de la carretera entre La Ceiba y Trujillo. Sin embargo, esas palabras quedaron en el aire, como tantas otras promesas incumplidas. Mientras tanto, este hombre continúa su labor, consciente de que la carretera que cruza día tras día no espera por nadie.
En cada golpe de pala, en cada bache rellenado, se escucha un eco de dignidad. Este hondureño de la tercera edad, sin más recursos que su fuerza de voluntad, se ha convertido en un símbolo de aquellos que, ante la inacción del gobierno, toman las riendas de su destino.
Y así, mientras el sol se levanta en el horizonte del Valle del Aguán, él sigue adelante, haciendo lo que puede con lo que tiene, confiando en la bondad de los que pasan, y esperando, tal vez, que un día las promesas se conviertan en realidad.